TITULO ORIGINAL: Tanin no kao (Criterion Collection)
AÑO: 1966
DURACIÓN: 124 min.
PAÍS: Japón
DIRECTOR: Hiroshi Teshigahara
REPARTO: Tatsuya Nakadai, Machiko Kyô, Mikijiro Hira, Kyôko Kishida, Eiji Okada, Miki Irie
SINOPSIS: Esta obra muestra un viaje sin retorno por el intrincado laberinto de la mente de un científico, que ha sufrido un terrible accidente de laboratorio, y cuyo rostro ha quedado desfigurado por profundas cicatrices. El protagonista emprende la tarea de construir una nueva cara, una máscara perfecta, que sea capaz de acabar con los sentimientos de frustración y profundo dolor que abruman su alma. Esta novela es una alegoría existencial sobre la naturaleza humana. Analiza aspectos como la pérdida de la identidad, el desarraigo y el aislamiento del individuo en el mundo contemporáneo.
La novela El rostro ajeno (Tanin no kao) fue escrita por el escritor y dramaturgo japonés Kôbô Abe en 1964. Este relato, escrito en primera persona, aborda temas como la identidad, la incomunicación, la alienación y el desarraigo del individuo en el seno de la sociedad contemporánea. En el texto es evidente la influencia de la narrativa de Franz Kafka, referente constante en la obra de este autor, y de la estética del movimiento surrealista. Este monólogo desgarrador está dirigido a una mujer, la esposa del protagonista, a la que éste ha convocado en un desconocido apartamento. Allí encuentra sobre una mesa tres cuadernos junto con una carta de su marido. Estas cuartillas, escritas en apretada escritura, siguen el orden de los colores de su portada: el negro, el blanco y el gris. En ellas se relatan los oscuros pensamientos de un hombre, herido en lo más profundo de su espíritu, que narra su dolor en un recorrido en busca de su propia identidad. El protagonista, jefe de un centro de investigación dedicado a la química molecular, sufre un terrible accidente cuando experimentaba en su laboratorio con oxígeno líquido.
Las visibles consecuencias son unas horribles cicatrices en su rostro, calificadas por él mismo como un “nido de sanguijuelas”, que oculta de la vista de los demás mediante unas vendas que sólo permiten distinguir los ojos y la boca. Este personaje transita por una realidad atormentada y claustrofóbica, en un clima de permanente alucinación, mientras intenta exteriorizar sus sentimientos de impotencia, rabia y profundo rencor. Vive encerrado tras una barrera de silencio, recluido en su infinita soledad, a la que nada puede poner remedio. Su cara desfigurada le ha condenado al ostracismo social y a la incomunicación con sus semejantes. Se escuda en su coraza y se obsesiona con la idea de encontrar un nuevo rostro que le permita recuperar su identidad, su autoestima y el amor de su esposa que cree perdido. El protagonista hace responsable a la sociedad de su desgracia al rechazarlo como a un paria, sometido a la vergüenza pública: “Yo, sin duda alguna, ante esos prejuicios del mundo en que vivimos, por los que alguien que carece de cara se ve privado igualmente de los derechos civiles elementales, tenía un firme sentimiento de odio, y un ánimo desafiante, y sentía bullir un obvio afán de venganza”. A consecuencia del accidente, el científico se ve a sí mismo como un ser monstruoso, un intruso en un paraíso de asfalto, que esconde su deformidad bajo los vendajes. Su propio rostro le recuerda la imagen de los monstruos enmascarados de los dibujos que salen en la televisión o en los tebeos: “¿Y no sería que, por aquel entonces, yo me estaba convirtiendo en un monstruo? Ese advenedizo que trepaba por mi espina dorsal erizando sus garras afiladas, sembrando escalofríos como una sierra eléctrica, ¿no sería en realidad el espíritu de un monstruo? Seguro que sí. No hay duda de que por aquellas fechas yo me estaba convirtiendo en un monstruo”. En esta obra el rostro es considerado como un puente de comunicación entre los seres humanos, un pasadizo que le permita al protagonista escapar del inmenso vacío existencial en el que se encuentra. En una de sus páginas, uno de los personajes se muestra convencido de que en la piel reside el alma del ser humano. Así, este científico, que se siente rechazado socialmente por su apariencia, pone todo su empeño en construir una cara artificial que oculte sus cicatrices, fuente de su dolor y su vergüenza, y proporcione sosiego a su alma atormentada. Necesita una prótesis que le devuelva un aspecto humano y concibe en su mente la idea de crear una máscara de resina sintética que sea susceptible de movimiento y dotada de expresión: “En el supuesto -naturalmente- de que bajo la máscara no existiera como una realidad ese nido queloideo de sanguijuelas, la máscara de por sí también reporta la ventaja de una cierta comodidad. Si se considera como un progreso de la civilización el hecho de cubrirnos la piel con vestidos, nadie puede asegurar que en el futuro no se vayan a dar las máscaras como costumbre comúnmente admitida. En realidad, hasta el momento presente se han venido usando a menudo con ocasión de celebrar ritos y festivales importantes”.
La máscara es concebida como la única vía para recuperar la seguridad en sí mismo que perdió tras el accidente. El científico trabaja con diferentes materiales para crear un prototipo. Ante la imposibilidad de hacer una réplica de sus facciones por las profundas marcas de sus cicatrices, decide buscar a un desconocido, un “donante”, al que paga por cederle los rasgos de su cara. Luego, realiza un molde con el esmero de un escultor y perfila las facciones con la pericia de un cirujano plástico para crear un rostro ajeno. Esta segunda piel tiene la ventaja de que le permite mirar a los demás sin ser visto. Además, para dotar de perfecta expresión a su prótesis utiliza unas fórmulas matemáticas que le permiten obtener diferentes gestos faciales, tales como la curiosidad, la perplejidad, la satisfacción, la tristeza, el enfado, etc., conforme a una serie de variables. Esta máscara ejerce su propia voluntad sobre el protagonista que experimenta, desde el momento en que la porta por primera vez, un extraño sentimiento de vacío. Define a la máscara, su inquietante creación, como “(…) una cobertura opaca que oculta mi individualidad”. Este objeto, que actúa como si tuviera vida autónoma, posee su propia identidad. Su presencia se aloja en su inconsciente y gana terreno constantemente para imponer sus deseos. Poco a poco, se va infiltrando en la mente del científico, destruyendo sus más puros pensamientos y convirtiéndolo en su rehén. En este espacio kafkiano y surrealista, este artificio externo convierte en realidad los ocultos sentimientos de este hombre. Así, este clima de alucinación se ve favorecido por el uso de somníferos y tranquilizantes por parte del científico.
AUDIO: Dolby Digital 2.0: Japonés
SUBTITULOS: Español